Largo es el camino que se ha de recorrer en pos de la verdad. Largo y no exento de riesgos. Unodien sabía esto y sabía también que merecía la pena correr esos riesgos.
Él deseaba una vida mejor para él y sus amigos, Gambit y Daniel y por añadidura, para el resto del mundo. Pero era consciente de que mover el mundo y hacer cambiar ideas y modos de vida era una tarea ardua y ciclópea. Y no se sentía capaz de llevarla a cabo.
Por lo pronto, sacaría a sus amigos de aquel embrollo y luego, ya verían qué hacer. Tendrían además que dejar claras sus intenciones y atajar cualquier intento de hacerles cambiar de opinión o de impedirles llevar a cabo sus planes. Iba a ser una oposición dura, muy dura, la que esperaba encontrar en el resto. Pero debían comprender. Tenían miedo. Y él también.
Tras la cena, se había anunciado una gran asamblea, así que todo el mundo se congregó junto al estrado improvisado por Kor. Sabía que el Maestro les iba a hablar y que lo que les dijera esa noche iba a tener una gran trascendencia.
Unodien estaba en su tienda, nervioso. No tenía ni idea de cómo comenzar, qué decirles o siquiera cómo convencerles. Cerró los ojos y miró en su interior, como había hecho aquella primera vez junto al Navegante.
- ¡Amigos!, comenzó. – Estáis aquí porque creéis que tengo una misión muy importante que cumplir y porque los Ancianos del Consejo os enviaron para ayudarme en ella. El Navegante me dijo que cuando el camino se hiciera duro y difícil, cerrase los ojos y mirase en mi interior. Y lo he hecho! Y lo que he visto dentro de mi no concuerda con las expectativas que tanto vosotros como el Consejo de Ancianos habéis puesto en mi persona. Los Ancianos me dijeron que buscara al Oráculo. Y me puse en marcha. Cuando lo encontrase debía hacerle la pregunta que cambiaría el mundo. Yo no sabía qué pregunta era esa ni de qué forma iba a cambiar el mundo con una simple pregunta. Pero me puse en marcha! Y en mi camino encontré a dos personas, a dos amigos: a mi familia. El destino nos separó y nos ha vuelto a reunir de nuevo. El Navegante me ha dicho que debo seguir mi camino, según los dictados de mi corazón y de mi conciencia. Yo sé…
- El Navegante ha muerto!, gritó alguien.
- Lo sé!, contestó Unodien. – Y me visitó anoche y me habló y me dijo lo que os acabo de contar!. Yo sé que no voy a salvar al mucho, pero lo que sí puedo intentar es un nuevo comienzo. Y eso es lo que voy a hacer junto a mis dos amigos. Y os invito a que os unáis a nosotros. Venid con nosotros, como gentes que viajan juntas en pos de un objetivo común. Yo no quiero ser vuestro “Maestro”, no tengo nada que enseñaros, ni vuestro líder. Viajaremos juntos y nos ayudaremos a encontrar una vida mejor, a construir algo a lo que poder llamar “Hogar”!
Silencio primero y un ligero murmullo después, siguieron a estas palabras. El Buscador ya no tenía miedo y continuó:
- Meditad esta noche y mañana decidid! Pasado nos pondremos en camino y aquellos de vosotros que hayáis decidido no acompañarnos, podréis volver a Nueva Esperanza. El resto, continuaremos viaje en dirección Norte!
Y acompañó estas palabras con un gesto de su mano.
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