Sobre esta segunda versión, el poeta Ovidio dedicó una epístola en sus célebres Heroidas, la VII (carta de Dido a Eneas), donde la fundadora de Cartago manifiesta su intención de suicidarse ante la partida o traición de Eneas.
EL ENIGMA DE DIDO
Una Brujita enamorada de una Tormenta
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LA HISTORIA DE DIDO
Sobre esta segunda versión, el poeta Ovidio dedicó una epístola en sus célebres Heroidas, la VII (carta de Dido a Eneas), donde la fundadora de Cartago manifiesta su intención de suicidarse ante la partida o traición de Eneas.
EL NUEVO ENIGMA
CUENTOS DE BRUJITA: DESCARADA Y EL SOLSTICIO DE VERANO XXII
Altherius no estaba preocupado en absoluto por lo que pudiera estar haciendo la pequeña bruja, así que se dedicaba a sus misteriosos manejos sabiendo que era el único ser vivo que andaba a su antojo por el bosque. Bueno, el único no, pensó acordándose de Descarada. Y un sentimiento de odio le invadió. Esto ocasionó que aumentara ligeramente la potencia de su máquina y un ligero estertor de dolor subió desde las gargantas de los abducidos.
Altherius sonrió. En nada le importaba el dolor que pudieran estar experimentando aquellos seres ahora inferiores. En mala hora para ellos se había acordado de Descarada. Dónde andaría? No podía creer que se hubiera marchado, dejando el bosque, abandonando así a sus compañeros a su suerte. Es tan tonta y sentimental, se dijo, que sería incapaz de hacerlo. Y otra vez una sonrisa malévola se dibujó en su rostro.
Anteriormente a estos acontecimientos que estamos narrando, nadie que hubiera mirado a su rostro directamente hubiera dicho que era un rostro malvado. Si en cambio, que era un rostro apagado y triste, frío y distante, donde unos pequeños ojos amarillentos no conseguían retener, sino todo lo contrario, la mirada de un observador casual. Había algo que sin llegar a ser repugnante hacía que apartases la mirada y que se perdiera algún posible interés por profundizar en la personalidad del dueño de aquel rostro vacío.
Esta circunstancia no hizo más que alimentar durante años el aislamiento y un rencor creciente. Pero ahora, por fin, estaba tomando su justa venganza. Él era ahora el dueño y señor del Bosque del Norte y el amo absoluto de la voluntad de todos sus habitantes.
* SIEMPRE UNO
CUENTOS DE BRUJITA: DESCARADA Y EL SOLSTICIO DE VERANO XXI
El encuentro con aquella bruja no hizo sino confirmar sus sospechas de que algo malo ocurría. Y había acusado directamente a aquel Altherius como responsable. Ella era una niña y no podría mucho contra aquel mago que parecía tan poderoso, pero si se aliaba con aquella misteriosa bruja, de la que por otra parte nada sabía, tal vez pudiera salir airosa de aquella aventura.
Desconocía su nombre y su rango, pero estaba segura de que pronto lo averiguaría. El asunto parecía grave, pero el sueño la vencía y no tardó en quedarse dormida.
Por su parte, Brujita permaneció vigilando los alrededores de la casa, pues no se fiaba de Altherius y temía que pudiera intentar alguna fechoría contra la pequeña mientras esta dormía. Pero la noche transcurrió tranquila.
El malvado mago se afanaba en su refugio subterráneo, controlando la máquina que absorbía el poder y la sabiduría directamente de la mente del resto de brujas y magos que tenía cautivos.
El viejo Búho vigilaba la entrada del escondrijo e informaba a Brujita cuando era necesario. Así, ella podía conocer los movimientos de Altherius. Se devanaba los sesos, intentando trazar el mejor plan posible. Además ahora, con la pequeña Brugilda, se presentaban más posibilidades: podría mantener al mago ocupado lejos de la guarida, mientras ella deshacía el mal causado. No le quedaba más remedio que confiar en la habilidad y la astucia de la pequeña bruja y en la ambición y vanidad desmedidas del malvado Altherius. Cruzó los dedos y con un suspiro, abandonó el lugar en el que había permanecido durante las últimas horas.
* SIEMPRE UNO
CUENTOS DE BRUJITA: DESCARADA Y EL SOLSTICIO DE VERANO XX
CUENTOS DE BRUJITA: DESCARADA Y EL SOLSTICIO DE VERANO XIX
CUENTOS DE BRUJITA: DESCARADA Y EL SOLSTICIO DE VERANO XVIII
Altherius la vio venir. De hecho, la estaba espiando. Había estado esperando pacientemente a que la niña hiciera algún movimiento. El hechizo impedía que abandonase el bosque pero aún así, estaba muy atento a sus movimientos. Brugilda no lo había intentado aún, porque no se le había ocurrido todavía ir a pedir consejo o ayuda. Si llegaba ese momento, no le preocupaba. Altherius confiaba plenamente en el poder de su hechizo. Pero no eran sus ojos los únicos que observaban a la pequeña bruja.
Descarada, que había estado vigilando al mago, se alegró cuando descubrió que no era la única persona despierta del bosque. Sin embargo no se reveló porque no conocía la verdadera naturaleza de aquel nuevo personaje. Quién sabe de dónde habría venido. Al menos, parecía que no era amiga de Altherius, de otro modo éste no estaría espiándola. Pero, se dijo, mejor observar y ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.
Brugilda, ajena a cualquier conspiración, vagaba por el bosque prestando mucha atención. Notó que no se percibía ni un solo ruido, ni el crujir de la hojarasca, ni un trino, ni el ligero susurro de las ramas al viento. Ni siquiera el Bosque Tenebroso era tan silencioso, pensó. Sin duda, allí sucedía algo fuera de lo normal, y se propuso averiguarlo. ¡Si se encontrase otra vez con el misterioso preguntón! ¿No resultaba extraño que fuera él el único ser vivo que se encontrase en un lugar que parecía carente de vida? Pero bueno, era un mago después de todo. ¿Y los demás? ¿Habrían abandonado el bosque en tan corto espacio de tiempo? ¿Y por qué? Solamente aquel mago sería capaz de responderle a estas y otras preguntas, así que se propuso, como primera tarea para tratar de resolver el misterio, encontrarlo a toda costa, aunque tuviera que mirar debajo de las piedras. Y no dudaba en conseguirlo, pues era mucho su tesón y cuando se proponía algo solía salirse con la suya.
No era consciente de que era vigilada, pues Altherius ponía especial cuidado en sus movimientos para que cualquier ruido no alertase a la pequeña bruja. A su vez, él tampoco se dio cuenta de que era observado por Descarada. Con lo que una situación curiosa se estaba produciendo: el vigilante era vigilado.
- Oe! Oe! ¡Mago Curioso!
Altherius dibujó una mueca de disgusto en su rostro al oírse llamar de semejante forma.
- ¡Mago Curioso!, repitió Brugilda. – ¡Quiero hablar contigo! ¡Aparece, por favor!
El aludido decidió dejarla vagar por el bosque un rato más. Y dejó que le siguiera llamando sin contestar. Pensó que de esta forma, la brujita se asustaría al verse sola y sería más receptiva a sus ideas. Ella siguió vagando por el bosque sin dejar de llamarle. Cuando se cansó, se dirigió al poblado, tenía hambre y sueño y supuso que ya que los dueños no estaban, no les importaría que ella hiciera uso de sus despensas y sus casas.
SIEMPRE UNO