CAPÍTULO 31


- ¡Buscador?


-  Mi nombre es Unodien.


- ¿Es tu auténtico nombre?- El Chico estaba alucinado por el desarrollo de los acontecimientos de aquella noche.


- Sí.


- ¡Yo también quiero un nombre!, dijo el pequeño. – No deseo seguir siendo “Chico”.


- He visto tu nombre grabado en la arena: “Daniel”. ¿Te gusta?


- Hummm… El pequeño torció el gesto.- Tengo que pensarlo…


Y se sentó a los pies de los dos hombres que se miraban sin creer aún lo que veían sus ojos.


- Te hacíamos muerto… - El tono era de vergüenza, por el sentimiento de culpa que tenia El Jugador por no haber insistido en su rescate. Unodien entendió.


- No había nada que vosotros pudierais hacer entonces por mí. Tuve suerte y me salvaron de las garras de los caníbales, pero a cambio me reencontré con mi misión…


Daniel se había hecho un ovillo y se había quedado dormido. Parecía hacer recuperado la tranquilidad y la confianza, ahora que su “familia” estaba reunida de nuevo.


- Bajemos al campamento. Allí Daniel podrá dormir en una cama de verdad. Y tú también, ¡claro!, se rió Unodien.


Gambit se arrodilló para recoger al niño que dormía en el suelo apaciblemente, pero Unodien le detuvo.


- Yo estoy más fuerte y descansado. Me toca a mí ahora.


Su amigo se lo agradeció con una sonrisa.


Aunque era noche cerrada, Unodien descendió por la ladera con toda seguridad, con Daniel en brazos y seguido a poca distancia por Gambit.


De esta forma, hicieron su entrada en el campamento. Las voces de alivio y reproche que se alzaron por el regreso de “El Maestro”, se acallaron cuando vieron lo que transportaba entre sus brazos. Observaron en silencio a la figura que, desarrapada y visiblemente fatigada, seguía muy de cerca a Unodien. Éste se dirigió directamente a su tienda, haciendo caso omiso de las preguntas que surgían a decenas a su paso. Kor siguió tras de él a toda prisa y entró en la tienda, mientras el resto de la población humana del campamento aguardaba fuera, expectante.


Unodien era consciente de la expectación que se había creado, como efecto de su entrada en el campamento, tan dramática. Pero pensaba deprisa. Se harían conjeturas, surgirían cientos de preguntas… Lo mejor era demostrar tranquilidad, nada raro había ocurrido en realidad. ¿Qué de extraño había en el hecho de que dos vagabundos topasen con una compañía de viajeros? Para ser honestos, resultaba más insólito encontrarse con semejante cantidad de gente viajando junta que a sólo dos personas vagando por las llanuras. Corrían tiempos en los que era de lo más habitual encontrarse con gente sin arraigo, sin hogar y sin familia.


Kor aguardaba instrucciones pacientemente. El Maestro parecía no haberlo visto, sumido como estaba en sus meditaciones. Pero en ese momento se volvió y se dirigió a él, diciendo:


- Disponlo todo para que a estos viajeros no les falte de nada. Necesitarán comida, ropa nueva y un buen baño caliente. ¡Vamos, no pierdas más tiempo!


Kor salió raudo a cumplir con sus obligaciones. Unodien se volvió hacia su amigo que se había dejado caer sobre una silla y parecía a punto de desmayarse de cansancio. Daniel seguía dormido, ahora sobre la cómoda cama de Unodien.


- Ahora te prepararán un baño y cuando hayas terminado, te estará esperando una buena comida. Aprovecha todo esto y repón tus fuerzas, que no sé cuánto tiempo más seguiremos aquí. – Gambit le miraba fijamente. – No sé cuánto tiempo más…


 


(* SIEMPRE UNO)

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