¿Qué extraños designios lo habían llevado a aquel lugar? ¿Qué retorcido sino le estaba preparado? No alcanzaba a comprender, por más que lo intentaba, qué último papel estaba llamado a representar. Los planes que cuidadosamente había intentado trazar, habían sido borrados igual que el viento borra las huellas sobre el polvo. Y sus compañeros habían sido igualmente borrados de su vida. Le preocupaba su suerte, pero nada podía hacer por el momento. Al menos, para ayudarles si es que estaban en peligro.
Tenía la sensación de estar rodeado de gente, de bullicio, de vida cotidiana, pero ésta no se le representaba. ¿Estaría inmerso en una realidad paralela? ¿Podrían verle ellos a él? Ésta, aunque inverosímil, era la única respuesta que le parecía cierta. Pero en algún momento debería poder traspasar la barrera que lo separaba de los moradores de aquel paraíso.
Mientras daba vueltas en su cabeza a todos estos pensamientos, seguía avanzando por los corredores que se abrían al abismo. Sin embargo, y a pesar de todo, se sentía cómodo y a gusto en aquel entorno. Le agradaba el continuo rumor del agua, la exuberancia de las plantas y el empalagoso aroma de las flores que, por todas partes, adornaban los muros de roca.
“Yo soy el Navegante”.
La voz sorprendió al Buscador. Miró a su alrededor, buscando su origen.
En una hornacina halló al propietario: un anciano vestido con una túnica del color de la tierra. Estaba sentado en la posición del loto, con un cayado entre sus manos. Parecía estar tan integrado en el paisaje que le había pasado desapercibido. La sorpresa inicial dejó paso al alivio de encontrar a un ser vivo de su misma especie primero, y a la curiosidad, después.
Instintivamente, se sentó en el suelo frente a él y esperó, pero el anciano no habló. Parecía estar mirando al infinito y al cabo de un momento se percató de que éste era ciego. Sus ojos estaban inertes, pero llenos de cierta luz interior. La luz del alma, pensó El Buscador. Transcurrieron varios minutos de esta manera, sin que ninguno de los dos dijera una sola palabra. El Buscador le observaba y escuchaba su respiración pausada.
Una lagartija surgió de una grieta en la pared y pasó junto al anciano sin que éste se inmutara. Correteó por la pared hasta que desapareció en otra grieta. Y de fondo, el relajante rumor del agua y el aroma de la frondosa vegetación. Todo contribuía para crear un ambiente relajado y agradable. El tiempo transcurría sin que nada ni nadie se moviese. El Buscador cerró los ojos y cuando su respiración se adaptó al ritmo de la del anciano, entró en una especie de trance.
Viejas y conocidas voces resonaban en su cabeza. Ahora caminaba en medio de la nada. Pero no caminaba sólo. Poco a poco, fueron apareciendo a su lado visiones de personas conocidas en otro tiempo y en otro lugar.
“Tu razón de existir está en la búsqueda de la Razón, del motivo primordial. Tu meta es encontrar...”, el anciano ciego le hablaba, pero ahora no parecía estar ciego. Le miraba directamente a los ojos. “Mis amigos...”, comenzó confuso El Buscador, pero el anciano levantó una mano y le interrumpió. Luego hizo un gesto y señaló al infinito. Una ventana en el no-tiempo se abrió y pudo ver a tres muchachos caminando por un laberinto de caminos. “La vida que debes buscar está al final del camino. Tus amigos, no son importantes”. La visión desapareció. “Pero yo sólo no puedo continuar la búsqueda”. “Volverás a encontrarlos, pero no ahora. Debes prepararte primero. Y ellos, sabrán superar todas las dificultades, y si no...”. Otra voz, con un timbre más suave, como el de una mujer, dijo: “Nosotros te enviamos, aunque sin la suficiente información. Ahora estás aquí para aprender y cuando lo hayas hecho, volverás al camino”.
Y despertó.
Abrió los ojos buscando el rostro del anciano, pero éste ya no estaba allí. Se levantó del suelo, aturdido y desorientado. La visión le había dejado aún más confuso en lugar de aclararle el propósito de su viaje. ¿Qué debía aprender? ¿Para qué y cómo debía prepararse?
“Sígueme. El Navegante te ayudará”. Estaba detrás de él, esperando. El Buscador se agachó para recoger sus cosas, que habían quedado tiradas en el suelo y le siguió por los corredores débilmente iluminados, internándose cada vez más en las profundidades de la tierra.
Hooola! Ya estoy aquí, al fin logro entrar en "El enigma...". ´Con el enlace que tienes en tu firma del foro nunca logré entrar!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho este relato, de momento es el único que he podido leer y me ha parecido muy misterioso e inquietante. En la medida que pueda iré leyendo todos los anteriores, seguro que me encantan también! ;-) No tengo ninguna duda de que tendrás un buen resultado en el concurso de septiembre.
Un besazo, muaacks!