Un nuevo día amanecía en la llanura y no traía ninguna promesa esperanzadora para los desheredados habitantes de aquel reseco mundo. El Buscador, fiel a su instinto, había permanecido escondido hasta las horas previas al alba. En esas horas en las que la luz del sol no se ha adueñado aún de la atmósfera, se acercó sigilosamente al suburbio en ruinas. No se percibía ningún tipo de actividad humana o animal. Permaneció a la expectativa pues aquel lugar no le parecía el apropiado para encontrar al Oráculo. Sin embargo, ¿qué sitio podría ser el apropiado hoy en día, bajo esas circunstancias extremas? Por supuesto, no había esperado encontrarlo instalado en un monumental templo, sobre un trono o un altar a la manera de los dioses antiguos. Pero la desolación que observaba, creía él, era señal de que allí tampoco habitaba la esperanza, la redención. Los ancianos le habían dicho que los caminos por los que transita el destino son inesperados y a veces extraños y que no debía dar nada por supuesto. Todo podía sorprenderle y confundirle. Incluso el Oráculo en sí, podría no ser más que un pequeño niño o una anciana desdentada.
Buscó un buen lugar para atrincherarse y esperar. No tenía prisa. Desde allí controlaba una buena parte del terreno. Cualquier ser que se moviera, él lo vería. Cuando la luz del día se instaló definitivamente, él ya estaba camuflado y preparado para pasar unas cuantas horas de inmovilidad. Quería formarse una idea de lo que podría encontrar en aquella ciudad en ruinas antes de aventurarse por ella. Observó cómo poco a poco algunas gentes harapientas y demacradas por el hambre y las privaciones, salían a rebuscar entre el polvo alguna raíz que llevarse a la boca. Cuando hallaban tan preciado tesoro, el miedo a que otro se lo quitase hacía que se comieran la raíz recién extraída del suelo completamente cruda. El Buscador no se inmutó cuando un grupo de aquellas personas atacó a uno de los recolectores de raíces. Estaba seguro de que también comerían insectos crudos, si es que aún quedaba alguno por allí. Desechó cualquier sentimiento tanto de asco como de compasión y dirigió su mirada un poco más allá. Dos figuras se alejaban de la ciudad en ruinas y eso le llamó la atención. El Buscador, amante de la soledad, siempre procuraba acercarse a núcleos de población pequeños, abarcables, y se consideraba raro por ello. Creía que el resto de la gente, sumida en la desesperación, tendía a reunirse en grandes aglomeraciones para así sobrellevar mejor la desgracia y la miseria. Se despertó su interés por aquellas figuras que parecían huir del cobijo de las ruinas para adentrarse en un territorio hostil y desolado.
Las horas del día pasaban lentamente en aquel escondrijo y de la mente de El Buscador no se apartaba la imagen de aquellos dos seres que se esfumaban en la llanura cual espejismos en el desierto. Creyó que era una señal y eso le decidió a seguir su camino y no penetrar en la devastada ciudad. Esperaría de nuevo a las primeras luces del alba para seguirles el rastro. No temía que sus huellas hubieran desaparecido en el polvo pues, precisamente, ese polvo las conservaría para él. Consideró prudente no moverse durante la noche y horas después ciertos movimientos de gentes le confirmaron lo acertado de su decisión. Durante toda la noche escuchó gritos y aullidos desgarradores como telón de fondo de las rapiñas de los merodeadores.
Al alba partió como había llegado, silenciosamente.
Caminaba a buen paso y hacia el mediodía había llegado a las estribaciones de una cadena montañosa. Las huellas de los que él consideraba fugitivos eran bastante claras para alguien habituado a buscarlas donde otros no quisieran que fueran demasiado evidentes. Efectivamente, habían intentado borrar sus huellas lo que corroboraba sus impresiones sobre los motivos por los cuales habían dejado la ciudad. Pero no entendía por qué lo habían hecho a plena luz del día. Tal vez, en aquel caso concreto, la prisa se impusiera a la prudencia. Tampoco le interesaban mucho los motivos pero sí aquellas dos personas en sí mismas. Algo le decía que le serían útiles en su búsqueda.
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