CUENTOS DE BRUJITA: DESCARADA Y EL SOLSTICIO DE VERANO XV

Después de mucho tiempo, vuelvo a retomar este cuento, ya es hora de ir terminándolo..Guiño

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La pequeña Brugilda volaba veloz en su pequeña escoba. Llegaba tarde a los festejos del Solsticio, todo por culpa de un estúpido castigo que las viejas brujas de la Escuela le habían impuesto a causa de un pequeño “incidente” sin importancia. Ya chocheaban, se decía Brugilda, con una sonrisa pícara.

Cuando llegó al claro del bosque dónde se había celebrado el concurso, y se apeó de su escoba voladora, se llevó las manos a la cabeza mientras hacía un puchero. El aspecto del claro dejaba bien patente que los festejos habían terminado y  que los asistentes se habían marchado. No reparó en el desorden, en la quietud y en el silencio que reinaban.

- Lo sabía, lo sabía! Todo ha terminado y yo me lo he perdido, buaaah! Y todo por culpa de esos viejos y tontos sapos de la Escuela!

- Por qué lloras, niña?

La voz profunda la sobresaltó. Brugilda se volvió buscando su origen. Junto a un grueso tronco, una figura no demasiado alta ni demasiado gruesa, vestida con ropajes de gala, la miraba fijamente.

- Dime, por qué lloras? Qué te aflige?, volvió a preguntar.

Brugilda, que estaba fastidiada por haber sido sorprendida en actitud infantil, puso cara de vinagre y se dispuso a hacer una demostración de su mal carácter.

- Quién eres tú? Y a ti, qué te importa?, preguntó ella.

Mientras esto decía, se plantó delante de Altherius, pues no era otro el personaje, con los brazos en jarras y actitud desafiante.

Esto divirtió más que enfureció al mago, pues al verla tan pequeña y vulnerable, creyó que sería fácilmente manejable.

- Yo sólo pretendo ayudarte, comenzó diciendo Altherius con gran paciencia. – He visto que alguna pena te aflige y tal vez yo pueda consolarte. No pretendo hacerte daño. Pero si no quieres mi ayuda, me iré por donde he venido.

Y despareció tras el grueso tronco.

- Espera!, gritó Brugilda.

Pero el mago no regresó. Brugilda corrió hacia el lugar donde el mago había desaparecido, pero éste no había dejado rastro. Confundida y contrariada, muchas cosas estaban saliendo mal al mismo tiempo, regresó al claro del bosque. Se dijo que no tenía que haber sido tan grosera. Cuándo aprendería a ser menos impetuosa? A observar y pensar antes de actuar, como le decían los viejos sapos de la Escuela? Y cómo le fastidiaba que tuvieran razón!

Más calmada, paseó su mirada por el claro. Había algo que no le cuadraba. Por naturaleza, las brujas y los magos de los bosques eran gente que cuidaba mucho su entorno. Ella lo sabía bien, pues sus primeros años habían transcurrido en un bosque muy parecido a éste. Lo que le llamó la atención, y que al llegar le pasó desapercibido, fue que el tiempo parecía haberse detenido. Muchos objetos yacían esparcidos por el suelo, o abandonados sobre las mesas y bancos. Es como si todo el mundo hubiera salido corriendo, dejando tras de si los restos del festejo, sin preocuparse lo más mínimo de limpiar y dar las gracias al amigo bosque por permitirles celebrar allí la fiesta del Solsticio. Esa actitud no era propia de sus congéneres. Allí había sucedido algo, y si su deducción era correcta, ella se había librado de ello gracias a su mala conducta y el castigo impuesto por los viejos sapos de la Escuela. Mentalmente se corrigió y dedicó un pensamiento cariñoso a sus queridas maestras.

 

 

*SIEMPRE UNO

2 comentarios:

  1. Anda que no echaba de menos yo la continuación del cuento!! Gracias!! ;)Por cierto, como se las gasta Brugilda!!!!

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  2. Hacía mucho, pero que mucho tiempo que no me pasaba por aquí, a ver si ahora tomas carrerilla y consigues acabar el cuento. Un abrazo. Salvador.

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