CUENTOS DE BRUJITA: LA BRUJITA BAILARINA Y EL MARCIANO DE LOS ZUECOS DE COLORES (II)


Mientras esperaba de verdad ser bienvenida, entró.

Silencio sepulcral.

Nadie en la Sala de Espera.

Nadie en la ventanilla de Admisión.

Se sentó a esperar que apareciese alguien, como una buena usuaria. Pero nadie apareció y (¡Cómo me duelen los pies!) la Brujita Bailarina empezaba a impacientarse. ¡Le dolían mucho los pies!

Se adentró por los pasillos del Servicio de Urgencias. Estaban desiertos. “¡Qué raro!” pensó. “Hubiera creído que un sitio como este, estaría a rebosar de humanos enfermos. ¿Tan buenos son los curanderos humanos?

“¡Brujita Bailarina! ¡Pase al Box número tres! – se oyó por megafonía.

“Pero, ¿cómo saben que estoy aquí? ¡Si no he visto a nadie!”

La Brujita Bailarina empezaba a pensar que, o bien en aquel Hospital sucedía algo muy extraño, o bien los humanos estaban tan avanzados que con sólo entrar en un edificio, ya sabían lo que uno había ido a hacer allí o necesitaba.

“Bueno, buscaré ese Box número tres”.

Recorrió un pasillo. Pequeños habitáculos se abrían a ambos lados y cada uno tenía un número en la entrada. Enseguida encontró el suyo, el tres. Entró y se sentó sobre una camilla que había allí.

De repente, y como si de un truco de magia se tratara, apareció delante de ella una figura vestida con un pijama verde. En realidad, sólo era un pijama. No tenía cabeza, ni manos, ni pies. Bueno, pies lo que se dice pies... En su lugar había unos zuecos de un llamativo color naranja. La Brujita Bailarina estaba un poco molesta. ¿Es que acaso iban a emplear brujerías con ella? ¡Como broma ya estaba resultando bastante pesada!

- -         ¡Bueno, bueno! – dijo una voz que venía del pijama de color verde. - ¡Así que te duelen los pies!

Brujita estaba boquiabierta, incapaz de articular palabra alguna.

-         - No me extraña, siguió diciendo la voz. – No se puede bailar con esas infernales zapatilla durante horas y horas. ¡Destroza pies, eso es lo que son! Pero aquí le vamos a dar el remedio. ¡Para eso estamos!

-         - ¡Esta broma está yendo demasiado lejos!, protestó la Brujita Bailarina. -¡Descarada! ¡Bruja Lola! ¡Detened ya este hechizo! ¡No tiene gracia!, gritó imperativamente, confiando en que con esta orden, sus amigas cesaran la broma.

    Pero al contrario de sus deseos, nada sucedió. Ella continuó sentada sobre la camilla, con aquel pijama verde y aquellos zuecos naranjas plantados delante. Oyó una risita. Pensó que tal vez su escoba había calculado mal y se encontraba en una dimensión paralela a la realidad. Hizo además de marcharse, pero no pudo moverse. Algo le oponía resistencia.

    - -  No puedes irte hasta que te demos el alta, dijo tranquilamente aquella voz burlona.

-         - ¿Sabes que soy una bruja, y muy buena por cierto, y que puedo convertirse en sapo? La Brujita Bailarina estaba enfadadísima y pensaba amedrentar al “enfermero” con estas palabras.

Pero lejos de eso, el “enfermero” volvió a reír con aquella risita burlona, y le dijo:

-         - Yo soy un marciano. Contra mí, tus hechizos nada pueden, pues llevo mis zuecos de colores, que protegen, cuidan y me quitan los dolores. ¡Ja, ja, ja!

-         - ¿Qué pasa en este Hospital? ¿Dónde está el personal? ¿Es que a nadie le importan mis pies?

-         - A mi sí, señora Bruja. ¡Y se lo voy a demostrar! Por cierto, el personal del Hospital se compone sólo de marcianos. ¡Estamos muy bien dotados para la cura de las enfermedades humanas! Y salió del box número tres dejando a nuestra bruja estupefacta.

     Tan sorprendida estaba, que ni se le ocurrió que podía ser un buen momento para escapar. Al cabo de unos minutos, el “enfermero marciano” regresó al box llevando, o mejor dicho, flotando delante de él, una caja de pequeñas dimensiones.

-         -  ¡En esta caja, exclamó, se halla su cura!, y diciendo esto la destapó. Unos diminutos zuecos de color púrpura se dejaban ver por entre el papel de cebolla del interior. - ¡Póngaselos! Verá cómo inmediatamente notará el alivio.

      La Brujita Bailarina obedeció. Los zuecos se ajustaron mágicamente a sus pies y lo primero que sintió fueron unas irreprimibles ganas de bailar y bailar y bailar. ¡Ya no le dolían los pies! “¡Estos zuecos son milagrosos!”, pensó. Y giró y giró por el box hasta que el espacio se volvió demasiado estrecho y salió al pasillo girando y girando; saltando graciosamente y ejecutando aquellos pasos de baile que sólo ella sabía dar.  Satisfecha de sí misma, quiso parar y entonces fue cuando se dio cuenta de que estaba atrapada en algún poderoso hechizo: ¡no podía parar de bailar! Y lo que era aún peor: ella ejecutaba su magia bailando y ahora, ¡era incapaz de lanzarse un hechizo a sí misma para dejar de bailar!.

 

 

.... CONTINUARÁ ....

 

 

*SIEMPRE UNO

2 comentarios:

  1. No me canso de decirlo nunca, me encantan los relatos de brujita, son todos unos cuentos muy buenos!!Besitos guapa!! ;))

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  2. Estos cuentos son sorprendentes y tienen algo especial. Los seguiré con el interés que merecen ¡ Un abrazo

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