Con el correr del tiempo, y aprovechando la proliferación de leyendas de todo tipo, la imaginación popular fue mezclando unas con otras, hasta el punto de no saberse ya cuál había sido el principio y el final de cada una de ellas. Pero la leyenda de la Laguna Encantada perduró hasta nuestros días. Sin embargo, no se hablaba ya de un inmenso tesoro, sino de los enormes peces que era posible pescar en sus aguas.
Cuentan que hace años, un montañero amigo de gastar bromas a sus amigos, y teniendo uno de ellos una desmedida afición por la pesca, decidió gastarle una broma y pasar un buen rato a su costa.
Reunió a unos cuantos montañeros, entre los que se encontraba el susodicho, para realizar una travesía de varios días y algunas ascensiones por la zona del Reino de los Mallos.
La primera noche, después de levantar las tiendas y disfrutar de una merecida cena al calor de una reconfortante hoguera, nuestro amigo el bromista, comenzó a hablar de un lugar en el que se podían pescar unos peces enormes con poco esfuerzo. “¡La laguna rebosa tantos peces”, decía con gran entusiasmo, mirando de reojo al inocente pescador, “que casi se pueden coger con las manos!” Esto fue suficiente para despertar la curiosidad del incauto.
La conversación continuó, como es de suponer, intentando averiguar el lugar donde se encontraba semejante paraíso piscícola. Nuestro bromista le aseguraba que no tenía pérdida. “No te preocupes, que yo te acompañaré”. Sin embargo, existía un problema: la laguna sólo era visible de noche, mejor aún si había luna llena. ¡La pesca en esas condiciones era inmejorable! Decidieron que a la noche siguiente, saldrían en busca de la famosa laguna. “No hace falta ni la caña de pescar”, decía el bromista, ”!Hay tantos peces que los verás saltar a las orillas para que los recojas sin esfuerzo!” Planearon, pues, salir a pescar a la noche siguiente.
Al amanecer, se levantaron para realizar su travesía de aquel día que les llevaría no muy lejos de donde supuestamente se encontraba aquella maravilla del reino de la Naturaleza. La marcha fue especialmente dura, pues transitaron por caminos que no habían sido pisados en mucho tiempo, y que se encontraban ocultos por la maleza y algunos troncos caídos. Sin embargo, consiguieron cubrir la etapa que se habían fijado para ese día.
Y por fin, llegó el crepúsculo. Y con él, crecían las ansias de nuestro pobre pescador. Apenas pudo probar bocado en la cena, a pesar del agotador esfuerzo y de la poca comida que había tomado ese día. Apremiaba sin cesar al bromista, que estaba, por cierto, cenando tranquila y pausadamente, para que acabase de una vez y le condujera al lugar prometido.
Sin embargo, en el momento de emprender la búsqueda, el cielo se nubló, privándoles así de la embrujadora luz nocturna que les ayudaría, sin duda, a encontrar la Laguna Encantada. El pobre pescador no podía ocultar su decepción y maldecía su suerte, mientras el bromista que intentaba aguantarse la risa, ponía cara de circunstancias y le consolaba. No obstante, le auguró que a la noche siguiente podrían llevar a buen término la empresa que se habían propuesto. Con esos ánimos, se fueron a dormir, rezando para que el día siguiente les fuera más propicio.
Un día más y nuestro pobre amigo estaba más interesado en pescar que en escalar montañas. Aquel día no quiso salir con sus compañeros y se quedó, desanimado como estaba, en el campamento. Se prometió que aquella noche saldría, hubiera luna llena o no.
La noche llegó, una vez más. Y el bromista, viendo que era imposible demorar la búsqueda por más tiempo, cogió su petate y su linterna e invitó a su amigo a hacer lo mismo: “- ¡Vamos, ya es la hora!.” Ni que decir tiene que, nuestro pescador, no se hizo repetir dos veces la invitación. Más entusiasmado que despierto, salió disparado detrás de su amigo.
La noche resultó ser bastante oscura, apenas si había luna pues unos nubarrones no dejaban que su luz los atravesara. Haciendo una mueca de disgusto, el bromista achacó el posible fracaso a la falta de luz. Sin embargo, el pescador confiaba en que despejase al cabo de un rato. Así las cosas, caminaron durante largo rato, siguiendo el haz de luz de las linternas, por caminos anchos y despejados, pero bastante empinados. El bromista, buen conocedor de la zona, intentó despistar a nuestro pescador haciéndole dar vueltas por el mismo camino durante toda la noche. Pero éste, era más listo de lo que el otro esperaba, y pronto se dio cuenta de que estaban caminando en círculos. Enseguida le hizo notar a su amigo el despiste y éste le reprochó a la luna, muy poéticamente por cierto, la enorme pérdida de tiempo y esfuerzo que aquello había supuesto. Y se dio por vencido.
Viendo que su broma se le estaba escapando de las manos, se sintió tentado de confesarle a su amigo que le estaba tomando el pelo. Pero temió el enfado del otro, no sin razón, y simplemente le propuso regresar al campamento para descansar. Al día siguiente, encontraría la manera de disculparse.
Pero cuando se volvió hacia su amigo para hacerle regresar, no le encontró. Había seguido caminando, sin percatarse de que su amigo no le había seguido. De repente, el bromista oyó gritar a su amigo y, preocupado, salió corriendo en la dirección del grito, sin fijarse dónde ponía los pies. Tropezó con su petate, que había dejado en el suelo anteriormente, y cayó de narices al suelo. Más herido en su orgullo que en su apéndice nasal, se levantó rápidamente para salir en busca de su amigo. Ya no se le oía gritar. Le llamó en voz alta, pero no obtuvo respuesta. ¿Dónde estaba? ¿Le habría sucedido algo? Tal vez se había caído, como le había pasado a él.
Tras un recodo del camino, encontró a su amigo y lo que vio le sorprendió más de lo nunca hubiera sospechado. Su amigo, el inocente y crédulo pescador, había encontrado por fin el ansiado objeto de su búsqueda: ¡La Laguna Encantada!
La cara del bromista, si su amigo hubiera podido verla totalmente, reflejaba el estupor más absoluto. ¡Era imposible! ¡La Laguna Encantada no existía! ¡Él la había inventado para embromar a su amigo! ¡Sólo era una leyenda, y las leyendas no se hacen realidad hoy en día!
Nuestro pescador era el hombre más feliz de la Tierra. Había penetrado en las aguas, y se mojaba la cara y las manos y chapoteaba como si nunca en la vida hubiera visto una laguna.
“¡La hemos encontrado!”, gritaba mientras se dirigía hacia su amigo y lo abrazaba. “¡La hemos encontrado, al fin!”. “¡Sí, hombre, sí!”, asentía el otro sin llegar a creérselo del todo. Realmente nunca pensó que llegarían a encontrarla. Las leyendas no suelen hacerse realidad. Y pensó que tal vez era un castigo merecido. Su intención había sido mofarse de la afición desmedida de su amigo. Y resultó que se había hecho realidad lo imposible. Pensó que jamás nadie los creería. Sería mejor no contarlo. Se reirían de él.
Lamentablemente, no pudieron pescar ni un solo pez. Pero nuestro pescador se dio por satisfecho con haber encontrado la Laguna Encantada de Escalete. Pensó que la Virgen María había escuchado sus plegarias y no había querido que se marcharan de allí sin haberla visto.
Regresaron al campamento ya de madrugada. Ninguno de sus compañeros se había despertado aún. Prepararon el desayuno y al olor del café caliente, se fueron espabilando uno tras otro. “Qué, ¿habéis encontrado por fin esa dichosa laguna?”, preguntaron con sorna pues sabían que todo había sido una broma. Cuando les contaron el prodigio de la noche pasada, no se lo podían creer. Pensaron que les estaban tomando el pelo. Conociendo a su amigo pensaron que no quería reconocer que le habían tomado el pelo. Sin embargo, había una seriedad tal en la manera de contar el hallazgo y que incluso el bromista compartía, que no dudaron de estar escuchando la verdad. Pero, ¡parecía tan increíble!
El montañero bromista confesó al fin a su amigo que su intención había sido gastarle una broma y que al final, había sido él quien había sido sorprendido. Le pidió que le perdonara, apuntando, además, que gracias a él habían tenido ambos la oportunidad de contemplar aquella maravillosa visión.
Fin
Muy bonito, es un cuento con una gran moraleja, a ver si los listos estos aprenden tambien a ser mas personas y menos borricos jajajajajjaja. Es un gran cuento, sin lugar a dudas esta a la altura de todos los cuentos que hay publicados en este espacio
ResponderEliminarmuy lindo pero muy largo
ResponderEliminary me olvide muy aburrido
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