CUENTOS DE BRUJITA: EL HECHIZO PERDIDO (IV)


Os estaréis preguntando por qué la Brujita Descarada no utilizaba un hechizo para procurarse la comida. Las brujas no usan sus hechizos para esas tareas rutinarias. Les gusta comer bien, y la buena comida requiere su tiempo. Pero a la Brujita Descarada, aunque hubiese querido, no le habría servido de nada pues sus hechizos no funcionaban.

Estaba a punto de resignarse y olvidarse de la comida, cuando llegó a su nariz el delicioso aroma de la carne asada. Su viejo búho, que había estado ausente un buen rato, apareció de nuevo y se posó sobre su hombro, según era su costumbre. Sintiéndose más segura de sí misma, siguió el rastro con precaución. Después de todo aún se encontraba en el Bosque Tenebroso, y nunca se sabía qué sorpresas podían aguardar a cada momento.

El olor parecía proceder de una hoquedad que se abría en un pequeño montículo. Al aproximarse un poco más, descubrió que se trataba en realidad de una casita. Pensó que tal vez, vivía allí algún pariente de Loe y le pareció divertido encontrarse con dos Invisibles el mismo día.

Intentó no hacer ruido para no asustar a la criatura que moraba allí. Se acercó lo suficiente para mirar a través de la ventana. La casita se encontraba vacía. Constaba de una única estancia, abarrotada de todo tipo de cachivaches, con una pequeña cama en un rincón y una mesa en el centro. La mesa se hallaba dispuesta para el almuerzo y en una enorme fuente, había un riquísimo pedazo de carne asada.

Por educación, la Brujita Descarada, resistió la tentación de entrar y empezar a comer. Pero su estómago la empujaba a olvidarse de todas las normas de cortesía e invitarse a comer. De todos modos, era un pedazo demasiado grande para una sola persona.

-“ Pasa. Te estaba esperando.”

A nuestra Brujita casi le da un desmayo. ¡La estaban esperando para el almuerzo! Se acercó más a la ventana para ver a quien así había hablado. Se le había pasado por completo su presencia. ¿Cómo era posible? Pero seguía sin ver a nadie en el interior de la casita.

-         ¿Eres un Invisible?- preguntó Brujita.

-  “ Es posible, puesto que no puedes verme. Pero, entra y acomódate a la mesa. ¡He preparado este almuerzo para ti!”

-  ¡Para mí! ¿Y cómo sabías que iba a venir? ¡Si ni siquiera sé hacia dónde me dirijo!

Brujita penetró en la casa y se sentó a la mesa. Observó que solamente había un plato.

-         ¿No vas a acompañarme a la mesa?- preguntó cortés la Brujita.

-         “Ya he almorzado, gracias. Además, soy vegetariano”.

-  ¡Oh!- Brujita se fijó en los utensilios que colgaban de las paredes. Había recipientes de todos los tamaños y formas; trampas para animales y una extensa colección de huesos. Aquello la puso un poco más nerviosa y empezó a desconfiar de su extraño anfitrión. Decidió que no se quedaría más tiempo en aquella casa. Se levantó de la mesa y empezó a excusarse por no tener hambre, al tiempo que se dirigía hacia la puerta, no sin antes dar mil gracias a su anfitrión por el exquisito almuerzo que le había preparado.

Pero no fue lo suficientemente rápida. Las ventanas y la puerta desaparecieron y se quedó en plena oscuridad. Búho no estaba con ella y esto hizo que se sintiera aún más sola.

-         ¿Quién eres y qué quieres? – preguntó Brujita.

-         “ Te mentí cuando dije que ya había almorzado” – contestó la voz.

-          Así que vas a comerme. Pero, ¿no has dicho que eras vegetariano?

-         “ Otra vez te mentí. ¡Lo siento!” – se excusó la voz.

-  ¡Qué gracia! Yo buscando mis hechizos y voy a caer en las garras de un glotón. ¡Estoy empezando a enfadarme! ¡No es justo! Nadie me echa una mano, todos se ríen de mí y para colmo, ¡voy a servir de alimento! – Cada vez se sentía más y más furiosa. – ¡Esto sí que tiene gracia! Al menos, déjame ver qué aspecto tienes.

-  “ Mi aspecto no tiene nada de particular. Soy un dragón normal y corriente”.

-         ¡Un dragón! ¡Pero si sólo existís en las leyendas de las brujas!

-  “ Ya ves que también en la vida real. Estamos aquí, y aunque no seamos muchos, no soy el único”, contestó tranquilamente.

-         ¡Qué consuelo!- dijo irónica nuestra Brujita.

“ Me fastidia esta oscuridad y, además, tengo que salir de aquí”, pensaba la Brujita mientras seguía dándole conversación al Dragón. Tal vez así se distrajese un momento y ella aprovecharía para escaparse. Levantó una mano y de la punta de sus dedos surgió un resplandor blanquecino que la dejó boquiabierta. ¿De dónde había salido aquel hechizo?.

Con la sorpresa, bajó la mano y la luz desapareció. Volvió a levantarla despacio, deseando con todo su corazón que se repitiera el milagro. ¡Sí! ¡Allí estaba otra vez! Con más aplomo, deseó que la luz fuera más fuerte y brillante y, enseguida, pudo ver de nuevo la estancia tal y como la había visto a la luz del día.

-  ¡Abre tu boca, Dragón! ¡Yo, la Brujita Descarada, te lo ordeno!- gritó imperiosa la Brujita.

-  “¡No dejaré escapar mi almuerzo, aunque seas bruja!- se obstinó el Dragón.

-       ¡Muy bien! Tendré que utilizar uno de mis hechizos, y te arrepentirás ¡Dragón mentiroso!- Deseó con fuerza que el Dragón se asustara tanto, que no la desafiara a utilizarlos. No había traído consigo su Libro de los Hechizos y, sobre todo, no confiaba plenamente en poder repetir el éxito anterior. Se estrujó el cerebro con fuerza. ¡Tenía que recordar deprisa!

-       “Bueno, y ¿en qué me convertirás?” – intervino el Dragón, desafiante.“ ¿En una rana?”.

El Dragón comenzó a reír su propia gracia, y tanto se reía, que las carcajadas eran cada vez más y más fuertes. Tanto, que llegó a abrir la boca. Justo en ese instante, la Brujita Descarada ejecutó su hechizo favorito: se montó en su escoba y la hizo salir volando por entre las fauces del Dragón. Éste, al ver que el almuerzo se le escapaba, empezó a escupir fuego mientras perseguía a la Brujita que, montada en su flamante escoba, le esquivaba una y otra vez.

La Brujita iba repitiendo un conjuro mágico y en el momento oportuno, se volvió hacia el Dragón y le dijo:

- ¡Por los poderes  mágicos de la Madre Celestina y del Padre Cucharón, yo te convierto en un RATÓN!- y dirigió sus manos hacia el Dragón.

Éste, que estaba muy enfadado, abrió la boca para volver a escupir fuego y vapor cuando, de repente, se sintió empequeñecer más y más, y luego otro poco más, y así hasta llegar a tener el tamaño de un ratón.

-         ¡Bien! Así aprenderás a no meterte con las Brujas – dijo satisfecha.

El Dragón, bueno mejor dicho, el ratón, se escondió entre la hojarasca que cubría el suelo del bosque. Estaba muy enfadado y buscaba la manera de vengarse de la Brujita Descarada.

Entretanto, la Brujita había bajado de su escoba voladora y daba saltos de alegría pues, por fin, había conseguido ejecutar un hechizo. ¡Y no le había salido tan mal! Pensó que ya no le hacía falta encontrar a la Bruja Sabia, aunque en el fondo, sentía curiosidad por conocerla. Imaginó cuántas cosas podría enseñarle si conseguía hacerse su amiga.

Cayó en la cuenta, además, de que las cosas han de desearse de corazón y no por motivos egoístas. Estaba convencida de que así era como había conseguido encontrar sus hechizos. El viejo Búho, que había estado observándola desde la rama de un árbol, vino a posarse sobre su hombro, como era su costumbre.

-  ¡Bien, Búho, viejo amigo! ¿No crees que ha llegado el momento de regresar a casa? Estoy cansada además de hambrienta.

Y dicho y hecho. Recogió su escoba y retomo el camino por el que había venido. Estaba tan contenta, se sentía tan feliz, que comenzó a cantar una canción que había aprendido en la guardería de pequeñas brujitas. Llevaba su escoba voladora en una mano y a su querido amigo Búho, sobre un hombro.

 

En el camino de regreso no se perdía detalle. ¡Qué ruidoso era el Bosque Tenebroso! No se había fijado en la cantidad de pequeños animales e insectos que vivían en él. Y tampoco en la gran variedad de plantas y flores que cubrían el suelo. Los tenebrosos árboles cobijaban a toda aquella exuberante vida de los fuertes rayos del Sol en verano, y de los fríos vientos e intensas nevadas, en invierno. ¡Realmente era un bosque precioso!.

En estos pensamientos andaba, cuando llegó de nuevo al claro donde horas antes había  conocido a Loe.

La tenue luz del atardecer le daba un aspecto más apacible. El bosque se preparaba para pasar la noche. La Brujita Descarada buscó la familiar columna de humo, esperando encontrarse de nuevo con su amigo Loe, el Invisible. Al principio  no la vio, pero enseguida se dio cuenta de que una fina columnita de humo, avanzaba hacia ella.

 

*SIEMPRE UNO

1 comentario:

  1. No hay nada como desear las cosas de verdad para que ocurran, aunque no creyese en si misma, pudo con el dragon, hay que creer y confiar en uno mismo.UNO SIEMPRE!!

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